martes, agosto 01, 2006

Usted pregunta si sus artefactos (obras de arte) son buenos

Usted pregunta si sus artefactos (obras de arte) son buenos.

Kadinsky: " Unicamente el arte mismo, y no las explicaciones, es capaz de provocar vibraciones espirituales."

Envía sus artefactos a las entidades, los compara con otros artefactos, y siente inquietud cuando ciertas entidades rechazan sus artefactos.

Renuncie a todo eso.

Está usted mirando hacia fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer.
Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie... No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo.

Escudriñe hasta descubrir el móvil que lo impele a crear.

Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma, y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido crear.

Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: "¿Debo yo crear?" Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un "Si debo" firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida.

Que hasta en su hora de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso. Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde. Rehuya, al principio, formas y temas demasiado corrientes: son los más difíciles. Pues se necesita una fuerza muy grande y muy madura para poder dar de sí algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados.

Por esto, líbrese de los motivos de índole general. Recurra a los que cada día le ofrece su propia vida. Describa sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad. Valiéndose, para expresarse, de las cosas que lo rodean. De las imágenes que pueblan sus sueños. Y de todo cuanto vive en el recuerdo.

Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante artista para lograr descubrir y atraerse de sus riquezas.

Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni hay tampoco lugar alguno que le parezca pobre o le sea indiferente. Y aun cuando usted se hallara en una cárcel, cuyas paredes no dejasen trascender hasta sus sentidos ninguno de los ruidos del mundo, ¿no le quedaría todavía su infancia, esa riqueza preciosa y regia, esa morada que guarda los tesoros del recuerdo? Vuelva su atención hacia ella. Intente hacer resurgir las inmersas sensaciones de ese vasto pasado. Así verá cómo su personalidad se afirma, cómo se ensancha su soledad, convirtiéndose en penumbrosa morada, mientras discurre muy lejos el estrépito de los demás.


Y si de este volverse hacia dentro, si de este sumergirse en su propio mundo, brotan luego unos artefactos, entonces ya no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos. Tampoco procurará que las entidades se interesen por sus trabajos. Pues verá en ellos su más preciada y natural riqueza: trozos y voz de su propia vida.

Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad.

Precisamente, en este su modo de engendrarse, radica y estriba el único criterio válido para su enjuiciamiento: no hay ningún otro.

Adentrarse en sí mismo y explorar las profundidades de donde mana su vida. En su regazo hallará la respuesta cuando se pregunte si debe crear. Acéptela tal como suene. Sin tratar de buscarle varias y sutiles interpretaciones. Acaso resulte cierto que está llamado a ser artista.

Entonces cargue con este su destino; llévelo con su peso y su grandeza, sin preguntar nunca por el premio que pueda venir de fuera. Pues el hombre creador debe ser un mundo aparte, independiente, y hallarlo todo dentro de sí y en la naturaleza, a la que va unido.

Pero tal vez, aun después de haberse sumergido en sí mismo y en su soledad, tenga usted que renunciar a ser artista. (Basta, como ya queda dicho, sentir que se podría seguir viviendo sin ser artista, para no permitirse el intentarlo siquiera.) Más, aun así, este recogimiento no habrá sido inútil: en todo caso, su vida encontrará de ahí en adelante caminos propios. Que éstos sean buenos, ricos, amplios.

Al fin y al cabo, desenvuélvase y fórmese al impulso de su propio desarrollo. Al cual, por cierto, no podría causarle perturbación más violenta que la que sufriría si usted se empeñase en mirar siempre hacia fuera, esperando que del exterior llegue la respuesta a unas preguntas que sólo su más íntimo sentir, en la más callada de sus horas, acierte quizás a contestar.

Tomado de Rainer María Rilke, Cartas a un Joven Poeta y traducción de http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/rilke.htm